(Portada de El Deporte Velocipédico, 20 de marzo de 1895. Fuente: Biblioteca Nacional de España)
(Marqués de Casa Alta, presidente de la Unión Velocipédica española (1896). Fuente: Biblioteca Nacional de España)
El Deporte Velocipédico fue una revista ciclista ilustrada que se publicó entre 1895 y 1898. El 27 de febrero de 1895 salía a la luz el primer número de esta publicación, dirigida por José María Sierra, que pretendía reivindicar esta nueva actividad física, definida como "noble e higiénico ejercicio".
La revista tenía diferentes secciones, entre las que se incluían consejos prácticos, noticias desde el extranjero o excursiones velocipédicas, con altimetrías de carreteras de toda España, trazadas por Leopoldo G. Alzola y Alberto Cid.
Estas actividades respondían al interés despertado por el velocipedismo, que así se llamaba, en la década de los noventa, del siglo XIX. Y es que unos años antes, el ejército había incorporado la bicicleta al cuerpo de ferroviarios, y una Real Orden (1894) creaba el cuerpo de carteros velocipedistas. En 1896 se constituía la Unión Velocipédica española, germen de la Federación Española de Ciclismo.
Pues bien, en esos años se nos informa de rutas ciclistas que pasaban por Vaciamadrid, camino de Arganda y Chinchón. A una de estas marchas velocipedistas corresponde la altimetría de la ilustración, que se incluía en el número 4 de la revista, publicado el 20 de marzo de 1895. En el texto, incluso, se hace alusión a la oferta de cama gratuita, a los suscriptores de la revista, en el parador de Valentín Ayuso, del que se nos dice que contaba con sesenta camas, que a veces se llenaban en la época de baños en el manantial de Capa Negra. Reproduzco una parte del texto:
"kilómetro 14 (desde la Puerta del Sol): Parador del Gallinero
Kilómetro 15: Comienza con un ventorro, junto al cual, y atravesando la carretera, hay una cañada de ganados, y más adelante, entre otros dos ventorros, el puente llamado de ladrillo sobre el arroyo de los Migueles. A la terminación de este kilómetro y sobre un cerrillo está otra casa de peones camineros. Ningún accidente notable, salvo la cuesta abajo de que ya hemos hablado ofrecen los Kilómetros 16 y 17.
En el Kilómetro 18, y después de una pequeña revuelta, descúbrense a la izquierda en una trinchera las cuevas llamadas de los Migueles. Nada hay digno de mencionar tampoco en el Kilómetro 19, y a la mediación del Kilómetro 20 se halla a la derecha el poblado de
Vaciamadrid, con el vasto parador de D. Valentín Ayuso en la carretera. A dos kilómetros se encuentran los baños de Capa-Negra, muy concurridos por los madrileños durante la época de los calores. Frente al parador se halla la estación del ferrocarril de vía estrecha de Madrid a Arganda, y a la espalda está la confluencia de los ríos Manzanares y Jarama.
El dueño de aquel parador hace a los suscriptores de El Deporte Velocipédico la concesión de cama gratuita, siempre que no se hallen ocupadas las sesenta que tiene en aquel establecimiento, lo cual sucede a veces en la temporada de los baños.
Vaciamadrid constituye un coto redondo, propiedad del Sr. Conde de Montarco,..."
Hago notar que un ventorro era una especie de mesón de carretera, mientras que un parador era un establecimiento hostelero que ofrecía, además de comida, la posibilidad de pernoctar en él.
Excursiones parecidas se recogen en números posteriores. Así, el 6 de noviembre de 1895, los ciclistas vuelven a pasar por Vaciamadrid, donde echaron "un cigarrito y algunas copas", antes de llegar a Arganda, en cuyo casino comieron e interpretaron varias piezas al piano. En la sobremesa, un representante de la Union Velocipédique Française invitó a cognac y se repartieron cigarrillos. De regreso, nueva parada en Vaciamadrid para acabar la botella de cognac y camino hasta la puerta de Atocha, donde el grupo se dispersó.
Aunque la moda del velocipedismo empezó a decaer a finales de siglo, las excursiones continuaron. Por ejemplo, en la revista Arte y Sport (10 diciembre 1904) la junta directiva de El Pedal Madrileño anunciaba una nueva ruta hacia Arganda. Estas actividades se prolongarían en el tiempo e incluso se ampliarían hasta Ribas del Jarama, como la matinal del 11 de agosto de 1917, recogida en la revista Gran Vida. En esos años, incluso, se harían frecuentes las competiciones deportivas, como la carrera de 100 kms convocada por El Pedal Ciclista. En ella se inscribieron 41 corredores y el ganador fue Francisco Llana, en tres horas y ocho minutos.
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