(Proyecto de embarcadero de Vaciamadrid. 1829-1830)
(Mapa de la provincia de Madrid; de Tomás López, 1773)
En 1756, Carlos de Simón Pontero, alcalde de Madrid, volvió a recuperar la idea de crear una red de canales fluviales interiores de navegación, con el fin de agilizar y abaratar los transportes y el abastecimiento a la corte. Esta idea se enmarcaba en la corriente de proyectos que pretendían modernizar España a la luz de las ideas de la Ilustración.
Sin embargo, hubo que esperar a 1770 para que se constituyese una Compañía, cuyo fin sería construir canales de navegación perpetuos “comprehendidos en el distrito de veinte leguas en contorno de Madrid”. Por estas vías podrían transportarse, por espacio de una concesión de cincuenta y cinco años, cualquier efecto, a la vez que se dispondría de hasta quince barcos de su propiedad, con pleno derecho de libre navegación.
El rey se mostró completamente de acuerdo con el proyecto, favoreciendo las expropiaciones de terrenos, abriendo caminos nuevos, cediendo la explotación de canteras y facilitando el préstamo a interés, como si de una real obra se tratase. Así, pronto comenzaron a construirse los canales, embarcaderos, cobertizos y puentes de madera, sin posibilidad de oposición por parte de los dueños de molinos o acequias, pues el proyecto era prioritario en los deseos de Carlos III.
Por eso, las obras avanzaron a buen ritmo, administrada su financiación por el Real Banco de San Carlos (antecedente del Banco de España). En el mapa de Tomás López, de 1773, sobre los alrededores de Madrid, ya se incluía el trayecto del Real Canal de Navegación. Y así, en 1791 el ingeniero Miguel de Hermosilla, al frente de los trabajos, estaba decidido a llevar el canal del Manzanares hasta Aranjuez.
Sin embargo, las obras sólo se efectuaron hasta el embarcadero de Vaciamadrid, desde el llamado “Soto de la Arganzuela”, cerca del Puente de Toledo. La ausencia de un caudal adecuado de agua, la inestabilidad política de los primeros años del siglo XIX y la supresión de los fondos a partir de 1820, hicieron que el proyecto quedará arruinado. Aún así, en 1825 se procedió a reparar los desperfectos, y el duque de Alagón nos informaba de que: “...se ha dado comienzo a los trabajos de prosecución del Canal por la construcción de la décima esclusa que es la única obra de consideración que se presenta asta el pueblo de Vaciamadrid, para la cual se ha hecho la escavación, se estan clavando las estacas, concluyendo el emparrillado y conduciendo todos los materiales necesarios, y cuando esta obra esté ya a punto de concluirse se empezará la apertura del cauce del Canal con toda la actividad que permitan los fondos de la empresa…”
De esta manera, y hasta 1862, en que comenzó a funcionar el ferrocarril, el canal se aprovechó hasta la décima esclusa para transportar algunos materiales, como yeso y piedras, para los edificios de Madrid. A partir de esos momentos, ya definitivamente, el canal quedó abandonado, y hoy en día apenas subsisten algunos restos. Por ejemplo, las dársenas para el embarcadero de Vaciamadrid se quedaron en proyecto, como otros muchos, que pueden observarse en el artículo de María Teresa Fernández Talaya.
Sin embargo, hubo que esperar a 1770 para que se constituyese una Compañía, cuyo fin sería construir canales de navegación perpetuos “comprehendidos en el distrito de veinte leguas en contorno de Madrid”. Por estas vías podrían transportarse, por espacio de una concesión de cincuenta y cinco años, cualquier efecto, a la vez que se dispondría de hasta quince barcos de su propiedad, con pleno derecho de libre navegación.
El rey se mostró completamente de acuerdo con el proyecto, favoreciendo las expropiaciones de terrenos, abriendo caminos nuevos, cediendo la explotación de canteras y facilitando el préstamo a interés, como si de una real obra se tratase. Así, pronto comenzaron a construirse los canales, embarcaderos, cobertizos y puentes de madera, sin posibilidad de oposición por parte de los dueños de molinos o acequias, pues el proyecto era prioritario en los deseos de Carlos III.
Por eso, las obras avanzaron a buen ritmo, administrada su financiación por el Real Banco de San Carlos (antecedente del Banco de España). En el mapa de Tomás López, de 1773, sobre los alrededores de Madrid, ya se incluía el trayecto del Real Canal de Navegación. Y así, en 1791 el ingeniero Miguel de Hermosilla, al frente de los trabajos, estaba decidido a llevar el canal del Manzanares hasta Aranjuez.
Sin embargo, las obras sólo se efectuaron hasta el embarcadero de Vaciamadrid, desde el llamado “Soto de la Arganzuela”, cerca del Puente de Toledo. La ausencia de un caudal adecuado de agua, la inestabilidad política de los primeros años del siglo XIX y la supresión de los fondos a partir de 1820, hicieron que el proyecto quedará arruinado. Aún así, en 1825 se procedió a reparar los desperfectos, y el duque de Alagón nos informaba de que: “...se ha dado comienzo a los trabajos de prosecución del Canal por la construcción de la décima esclusa que es la única obra de consideración que se presenta asta el pueblo de Vaciamadrid, para la cual se ha hecho la escavación, se estan clavando las estacas, concluyendo el emparrillado y conduciendo todos los materiales necesarios, y cuando esta obra esté ya a punto de concluirse se empezará la apertura del cauce del Canal con toda la actividad que permitan los fondos de la empresa…”
De esta manera, y hasta 1862, en que comenzó a funcionar el ferrocarril, el canal se aprovechó hasta la décima esclusa para transportar algunos materiales, como yeso y piedras, para los edificios de Madrid. A partir de esos momentos, ya definitivamente, el canal quedó abandonado, y hoy en día apenas subsisten algunos restos. Por ejemplo, las dársenas para el embarcadero de Vaciamadrid se quedaron en proyecto, como otros muchos, que pueden observarse en el artículo de María Teresa Fernández Talaya.
Bibliografía digital:
- Fernández Talaya, María Teresa., El Canal del Manzanares, un canal de navegación en el Madrid de Carlos III. Artículo disponible en formato PDF, contiene imágenes de planos y alzados sobre el proyecto.
- El mapa de Tomás López, reproducido en esta entrada, está en Sambricio, Carlos y Lopezosa Aparicio, Concepción; Cartografía histórica. Madrid, región, capital. Comunidad de Madrid, 2002.
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